Al crecer, su padre lo envió a Barcelona, donde se dedicó a estudiar y llevar una vida piadosa. Regresó a su pueblo natal por orden de su padre, pero poco después volvió a Barcelona al conocer la vida y obra del Padre Pedro Nolasco, quien estaba organizando la fundación de una orden religiosa para rescatar a los pobres cautivos llevados a mazmorras en África.

San Ramón se puso bajo las órdenes y guía espiritual del Padre Nolasco y comenzó a realizar obras de caridad en las calles, domicilios particulares y, sobre todo, en hospitales. Más tarde, se ofreció a cambio de un cautivo y permaneció preso en las cárceles de Argel, donde sufrió grandes torturas por predicar el Evangelio y ayudar a los demás.

Predicó con tanto fervor la Palabra de Dios que sus captores le pusieron un candado en la boca. Falleció en el año 1240.